Filas de casas
profundamente dormidas,
solo las luces de la calle
se fijan en mí.
Estoy desesperado,
por no llamarlo de otra forma,
en un compás de espera
para encontrarme.
Hablo con circunloquios,
hablo con circunloquios,
busco señales,
un indicio.
Cómo sentirse diferente,
cómo sentirse nuevo,
igual que la ciencia ficción
tergiversando la verdad.
No hay quien pueda apagar este timbre,
desactivar esta alarma, recomponer mi corazón.
Dios sabe que soy disonancia
impaciente por estar cuanto antes en consonancia.
Iré a donde tú quieras,
a donde quieras,
a donde tú quieras.
Iré a donde tú quieras,
a donde quieras,
a donde tú quieras.
Iré a donde tú quieras,
a donde quieras,
a donde tú quieras.
Iré a donde tú quieras,
a donde quieras.
Sé que cuanto más me alejo,
cuanto más me esfuerzo, solo me mantiene cerrados los ojos.
Y, no sé cómo, me he enamorado
de esta posición intermedia en detrimento de mi alma.
Pero sé que si me apartara,
si soltara los mandos, me abrirías los ojos;
que, de alguna manera, todo este caos
es solo mi pretensión por averiguar si mi vida merece la pena...
Hecho de metales preciosos,
metales preciosos,
metales preciosos por dentro.
Hecho de metales preciosos,
metales preciosos,
metales preciosos por dentro.
Hecho de metales preciosos,
metales preciosos,
metales preciosos.
Iré a donde tú quieras,
a donde quieras,
a donde tú quieras.
Iré a donde tú quieras,
a donde tú quieras.