Piensa en mí, pequeña, piensa en mí
cuando las brujas te arañen por la mañana.
No te haré más tibio el frío
ni más dulce el café con leche,
pero piensa en mí,
pequeña,
piensa en mí.
Piensa en mí cuando no te llegue el sueldo
o cuando te rocen en el metro a las ocho y media.
Y llévame
bordado en tu blusa
o pintado en tu sonrisa roja.
Columpia me
en tus pendientes.
Rodea me con tus anillos
y déjame ir contigo, déjame ir.
Déjame ir donde vayas, déjame ir.
pequeña, entre gozo y pena
abrazado contra el poema
que lees a escondidas.
La ciudad perezosa bostezará
cuando indicaras la hora y abrirás las ventanas del despacho
y te sacuden los pájaros
que anidan en tu pelo;
te dice el corazón :
que el pájaro enjaulado, muere.
Ellos me traen en las plumas sueños y latidos
cuando golpean mis cristales con sus picos
y me cuentan
la historia blanca y pequeña
que entre cuatro paredes se marchito.
Pían
que se muere la primavera,
que no puede salir a pasear.
Déjame ir contigo, déjame ir.
Déjame ir donde vayas, déjame ir,
pequeña, y enciende la cara.
Piensa que aún tenemos
el camino de tus pájaros
para volar lo tú y yo con ellos.