Porque vos lo callabas,
mi Margarita,
yo que soy tan güenazo,
maté una flor.
Y mientras despacito
la deshojaba
"mucho, poquito y nada",
le preguntaba:
¿Me ama mi amor?
Y aquella flor sangrante
me contestó:
"Ella siempre suspira
pensando en vos",
pero esta vez
mintió la flor.
Me alentó con tal fuerza
la florecilla
que un domingo temprano
cobré valor,
y mientras vos bajabas
a la capilla,
envuelta entre la nieve
de tu mantilla,
te hablé de amor.
Al darme el "sí" tu cara
se sonrojó,
mientras daba un repique
mi corazón.
¡Pero esa vez
mentiste vos!
Ahora sé que sos mala
con mi cariño;
me lo dijo mi madre
porque te vio
una noche de luna
por el sendero,
ofreciendo tus labios
a un forastero
que los besó.
Cuando grité: ¡La mato!
mi corazón,
llorando como un niño,
¡No!, me gritó.
Y ahora, ya ves,
¡me miento yo!