Doña María Manuela tiene dos hijas;
una se llama Eugenia y otra Francisca.
Los majos de Granada las solicitan
porque las dos son guapas y granadinas.
Pero mi señora María Manuela
que en los casamientos tiene mucha escuela,
les dice a los majos con mucho primor
mientras abre y cierra su abanico malta:
"Paca ha de llamarse Duquesa de Alba
y Eugenia, señora de un Emperador".
Y en la Cuesta de Gomérez
que al río dormido baja,
flor y nata de donceles
a Doña Manuela, cantan:
Eugenia de Montijo
¡qué pena, pena!
Que te vayas de España
para ser reina.
Por la rosa de Francia,
Granada dejas
y las aguas del Darro,
por las del Sena.
Eugenia de Montijo
¡qué pena, pena...!
Se salió con la suya María Manuela:
una es reina de Francia y otra es duquesa.
Y en Londres, sol de España, rasga la niebla
y en Versalles las flores envidian pena.
Y está mi señora María Manuela
soñando y soñando tras de la cancela
en aquela palacio del viejo Madrid
y varios recuerdos, buscando su nido,
del brumoso Londres, en niebla perdido,
a la esplendorosa Corte de París.
Y en la Cuesta de Gomérez
que al río dormido baja,
flor y nata de donceles
a Doña Manuela cantan:
Eugenia de Montijo
¡qué pena, pena!
Que te vayas de España
para ser reina.
Por la rosa de Francia,
Granada dejas
y las aguas del Darro,
por las del Sena.
Eugenia de Montijo
¡qué pena, pena...!