¿Qué destino o maldición
manda en nosotros, corazón mío?.
Uno y otro tan perdidos,
somos dos gritos callados,
dos fados discordantes,
dos amantes desunidos.
Por ti sufro y voy muriendo,
no te encuentro, no te entiendo,
amo y odio sin razón:
corazón...¿cuándo te cansas
de nuestras muertas esperanzas,
cuándo te detienes, corazón?
En esta lucha, esta agonía,
canto y lloro de alegría,
soy feliz y desgraciada.
Qué destino tuyo, pecho mío
que nunca estás satisfecho,
que lo das todo... y no tienes nada.
En la soledad helada,
que tú me das, corazón,
no hay vida ni muerte:
es lucidez, desatino,
de leer en el propio destino
sin poder cambiar su suerte.