Tenía caballos blancos
Y damas, a montones
Todas vestidas en satén
Y le esperaban a la puerta
Ay, qué hombre tan afortunado era
Ay, qué hombre tan afortunado era
Encaje blanco y plumas
Hacían su cama
Un colchón cubierto de oro
En el que se tumbaba
Ay, qué hombre tan afortunado era
Ay, qué hombre tan afortunado era
Se fue para luchar en las guerras
Para su país y su rey
Sobre su honor y su gloria
La gente cantaría
Ay, qué hombre tan afortunado era
Ay, qué hombre tan afortunado era
Una bala se cruzó en su camino
Su sangre corría mientras gritaba
El dinero no habría podido salvarlo
Así que se acostó y murió
Ay, qué hombre tan afortunado era
Ay, qué hombre tan afortunado era