Cada día el tiempo ajetreado
nos hace correr hacia direcciones nuevas.
Nos hace correr y nos involucra
en cien fechas, en cien asuntos.
También mis días
estarán marcados
por la prisa omnipresente – el signo de los tiempos;
quizás por eso me gusta tanto...
Me gusta volver donde ya estuve,
bajo el balcón lleno de rosas trepadoras,
a las calles que conozco bien.
Llamaré a la puerta familiar
y pensaré que…
que quizás aparezca allí
esa chica con trenzas.
Me gusta volver a los lugares que conozco
para buscar los recuerdos que dejé allí,
para mirarme en ellos, para encontrar en ellos
una sombra débil de los primeros temblores del corazón,
unas notas y unas poesías de los tiempos
en los que amabas por primera vez.
En medio del día ajetreado
miras atrás... igual que yo, igual que yo.
Miras atrás
hacia donde dejaste tu amor.
Sólo tú me puedes entender, porque te gusta...
Te gusta volver donde ya estuviste,
bajo el balcón lleno de rosas trepadoras,
a las calles que conoces bien.
Llamarás a la puerta familiar
y pensarás que…
que quizás aparezca allí
aquel chico con el violín.
Te gusta volver a los lugares que conoces
y acercar tu cara a la mía,
para mirarte en ella, para encontrar en ella
una sombra débil de los primeros temblores del corazón,
unas notas y unas poesías de los tiempos
en los que amabas por primera vez.