Cuando ella se enamoro
no pensó que el corazón
era rojo para siempre,
siempre era rojo,
rojo por siempre, no,
no lo pensó. El corazón.
Y lo guardó en un rincón
sin saber si un día el sol
le daría otros colores,
otros colores,
otro color.
Un día el sol. No lo pensó.
Se despertó un día al sentir
su latir como un tambor
que llamó de muy adentro,
como un lamento,
presentimiento de algún temblor,
como un tambor, como un temblor.
Entonces el cielo cambio,
se volvió menos azul,
y ella vio que los colores
no eran amores,
que los dolores de corazón
bien rojos son, bien rojos son,
del corazón bien rojos son.