Tus ojos, oh amor mío, están tristes;
sin embargo, nuestra felicidad existe.
Pronto el barco habrá salido del muelle
y con el corazón apretado nos separaremos
para decirnos adiós ocultando nuestro dolor:
tengo miedo de ver temblar nuestras manos.
Tus ojos, oh amor mío, están tristes;
sin embargo, nuestra felicidad existe.
Está en las calles donde caminamos,
en este árbol donde están grabados dos nombres,
es mucho más fuerte que la sombra de la muerte:
entonces no tienes que llorar.
Algún día volveré a buscarte,
algún día volveré a buscarte...