Dicen que nací el día más frío del mundo.
Dicen que nací con el corazón congelado.
Dicen, incluso, que me llevaron en el vientre
a lo alto de la colina que domina la ciudad…
¡Y sus torres!
Allí arriba vivía en una casa extraña,
una partera llamada loca por todos los habitantes.
Entonces, ella se dedicaba a reparar a las personas,
pérdidas, rotas, con o sin documentos.
Oh, Madeleine que tanto amaba…
Oh, Madeleine que adoraba…
Oh, Madeleine que tanto amaba…
¡Reparar a las personas!
Oh, Madeleine que tanto amaba…
Oh, Madeleine que adoraba…
Oh, Madeleine que tanto amaba…
¡Reparar a las personas!
Cuando me colocó sobre la mesa de la cocina,
creí por un instante que ella quería devorarme.
¿Me tomaría por un pollo a la parrilla
a quién se habría olvidado de matar?
Ella me rebanó la piel del pecho,
sus grandes tijeras dentadas instaladas entre mis huesos,
ella deslizó un reloj en mis escombros helados
en reemplazo de mi pequeño corazón gélido.
Oh, Madeleine que tanto amaba…
Oh, Madeleine que adoraba…
Oh, Madeleine que tanto amaba…
Oh, Madeleine que adoraba…
Oh, Madeleine que tanto amaba…
Reparar a las personas…
Ella me dijo: “Mi pequeño, hay tres cosas que jamás,
oh nunca jamás tú no deberás olvidar”.
Primero: No toques tus agujas (del reloj)
Segundo: Tu cólera deberás dominar.
Y sobre todo jamás olvidar, pase lo que pase:
Nunca te enamores.
Porque entonces para siempre, en el reloj de tu corazón…
La gran aguja de las horas traspasará tu piel,
explotará el reloj, harán implosión tus huesos…
La mecánica del corazón
será fragmentada de nuevo…
Oh, Madeleine que tanto amaba…
Oh, Madeleine que adoraba…
Oh, Madeleine que tanto amaba…
¡Reparar a las personas!
Oh, Madeleine que tanto amaba…
Oh, Madeleine que adoraba…
Oh, Madeleine que tanto amaba…
Reparar a las personas…
Oh, Madeleine…
Oh, Madeleine…
Oh, Madeleine…