En plenitud de mis facultades
distinguido presidente,
le escribo la presente
que espero que leerá.
La carta que aquí está,
me dice, a fin de cuentas,
que vaya a hacer la guerra
el lunes que vendrá.
Pero yo no estoy aquí,
distinguido presidente
para matar a gente
que se parece a mí.
No la tomo con Usted,
digamoslo de paso
pero creo haber decidido
y que desertaré.
Sólo he tenido disgustos
desde mi nacimiento,
y los hijos que he criado
han llorado junto a mí.
Mi madre y mi papá
están ya bajo tierra
de modo que la guerra
no les importará.
Cuando estaba en prisión
alguno me ha robado
la esposa, mi pasado, y mi mejor edad.
Mañana me alzaré
y cerraré la puerta
detrás de mis espaldas
y echare a caminar.
Viviré de caridad
por las tierras de España
de Francia y Gran Bretaña
y a todos gritaré
que no dejen sus casas
para irse a morir
no me importa por quién.
Motivo por el cual
si necesita sangre,
aporte usted la Suya,
si le parece bien.
Y dígale a los suyos
si vienen a buscarme
que pueden dispararme,
armado yo, no voy.