Las salinas de Cái, señores,
se vistieron en un Carnavá,
con su bata de finos colores,
ar pelo sus flores
y echaron a andá.
Y acudieron los de la marina
y llegaron der Puerto y Jeré
para vé por la plasa de Mina
crusá las salina
con su cordobé.
Los bigotes de un munisipá,
que arrimarse pretenden a mí,
se pusieron blanquitos de sá
ar cantarles yo así.
En er mundo s’ha puesto la cosa
lo más peligrosa
que nunca se vio.
Tó s’arregla si en vez de los tiros
se oyeran suspiros
y coplas de amó.
Hase farta poné en las aseras,
no las luses para sirculá…,
sien guitarras tocando habaneras
o tanguillos de nuestra siudá.
Er que tenga la mosca en la oreja
que busque una reja
pidiendo un queré;
por grasiosas, por blancas y finas,
hay veinte salinas
en cada mujé.
Mucha gente me para disiendo:
“¿Dónde están las salinas de Cái?”
Biscotelas me estáis paresiendo,
pues yo no comprendo
por qué preguntáis.
Las salinas están a tu lao,
deslumbrantes lo mismo que er só;
en mis clisos atersiopelaos
que s’han entornao
pa verte mejó.
Si después de mirarte yo así
no te salen granitos de sá,
lo que debes, serrano, es pedí
perejí pa un lorito reá.