Es mi guitarra la clave
de este sutil laberinto
y por más que pienses distinto
sólo con ella se sale.
El instrumento ya sabe
con qué cuerda ha de vibrar
y cuándo incluso callar
pa no llamar la atención
si es otra la pretensión
del que ha venido a cantar.
«Írrito, nulo, disuelto
y por siempre sin valor»,
así declaro el dolor
del que hoy me libro resuelto.
Ni siquiera espero el vuelto,
es cuestión de dignidad;
prefiero la liviandad
de andar sin cruz en mis hombros
y así sobre mis escombros
declaro mi libertad.
Soy como el monte nativo
más que leña y que frutal,
más que valor comercial,
más que tierra de cultivo.
Me retuerzo y sobrevivo
y crezco en mi propia intención;
espinas para el ladrón
fruto y flor a quien lo pida-
la talarrasa homicida
alienta mi insurrección.
A tiempo yo me retiro,
yo se guardar tus secretos,
décima que te respeto,
que te respeto y admiro.
De un hilo pende el suspiro
del querer adolescente
del que se olvida la gente
que ya ha perdido el valor
de dar todo por amor
sin perderse en la corriente.