Detestas tu juventud,
tus bellos cabellos rubios y juveniles
que descienden como vida
parejos al movimiento de tus cejas.
Detestas a aquellos que, gracias al amor,
no son ya los mismos.
Prefieres decir "te quiero"
a golpe de grandes tracas de odio
No estás seguro de estar bien,
pero jamás lo admitirás.
Tener gestos que hagan soñar,
es todo lo que cuenta aquí abajo.
Los magos de los tiempos modernos
saben bien cómo mentir,
cómo fabricar belleza
matando algunos recuerdos.
Tus amigos están bien pero tú comprendes el dolor del gran saber,
que ni siquiera ellos podrían saborear a pesar de su fuerza negra.
Todos juntos, jugáis sin malestar, a ser niños grandes apáticos
que cabecean a ritmo de sacudidas fantasmales.
Repasas tus amores,
a todos los que te has follado.
Hasta qué punto parecían contentos
De haber podido consumirte.
Has tomado un vaso de más,
pero es para equilibrar
las sensaciones provocadas
por tus fantasías coloridas.
Aturdirse es un remedio fácil cuando el alma siente náuseas
de cara a las complicaciones repetidas por la vida impuestas.
Bailas mudo cerca de tu amigo, ese que sabe hablarte,
hacerte entrar en razón cuando tus lágrimas vuelven al paso como un ejército
Es el único medio que has podido encontrar para olvidar
el peso de la soledad que vuelve sin cesar a atormentarte.
No sabes por qué pero incluso los movimientos dictados por tu corazón
hacen que te sientas abandonado rodeado de tus miedos.
¿Crees que algún día, pese a todo, serás capaz de amar?
La única manera posible para saberlo, es volver a comenzar
La ciencia del corazón es una materia abstracta propulsada
por la voluntad de las personas tristes a dejarse tocar.
Ya hace cuatro días que no has dormido;
en tu cabeza, la música resuena, te despierta por la noche.
Como si tu pena hubiera dado a luz una sinfonía.
¿Es el signo anunciador de una cercana demencia?
Vuelves a pensar en tu abuela, te dices que ella te quiso de verdad.
Rememoras su pañal lleno acabado de desbordarse.
El contraste es demasiado sutil entre principio y finalidad,
pero te resignas sin pena ante esta fatalidad.
Miras tu ropa, esa imagen inmaculada
que proyectas sin esfuerzo como un joven niño prodigio.
Te dices que algún día, seguro, todo aquello pasará de moda,
que cada uno de los trofeos que portas arderá en la eternidad,
que tu cuerpo ahora flácido y débil desaparecerá:
los vestigios de tu juventud, los vestigios demasiado frágiles del verano...