La palabra yo
es una idea que se abre camino poco a poco;
en el niño suena dulce como un eco;
es un impulso para intentar los primeros pasos
hacia una certidumbre íntima de sí mismos.
La palabra yo
con el tiempo asume
un tono más preciso
a veces se expone
a ser fastidiosa
pero también es el signo
de una lógica infantil;
es un pecado recurrente pero venial.
Yo, yo, yo
de nuevo yo.
Pero el vicio del adolescente
no se cancela con la edad
y en los adultos extrañamente
se hace más alarmante y crece.
La palabra yo
es un grito extraño
que esconde, en vano,
el temor de no ser nadie;
es una necesidad exagerada
y un poco morbosa;
es la imagen conmovedora de Narciso. 1
Yo, yo, yo
y de nuevo yo.
Yo que no nací
para permanecer siempre
confundido en el anonimato;
yo sigo adelante;
no soporto la idea de sentirme
un número entre tantos;
cada día me amplío;
yo puedo ser el centro del mundo.
Yo siempre estoy presente;
estoy dispuesto a cualquier bajeza
para sentirme importante
debo darme prisa
exaltado por esta manía
de tener éxito a cualquier precio;
me infravaloro, me vendo barato;
yo quiero ser el centro del mundo.
Yo no respeto a nadie.
Si me conviene, puedo hasta fingir
ser bueno.
Debo dominar.
Soy un ser sin ideales,
sediento de poder
Soy yo quien manda.
Yo debo ser el centro del mundo.
Yo vanidoso, presuntuoso
exhibicionista, engreído, creído
yo soberbio, megalómano, fanfarrón
codicioso y entremetido
repugnante, arrogante, prepotente;
yo, sólo yo
dondequiera yo.
La palabra yo
esta dulce monosílaba inocente
es inevitable que se haga desbordante
en la lógica del mundo occidental
tal vez es el último pecado original.
Yo.
1. En la mitología griega, Narciso era un joven muy hermoso que rechazaba todas las doncellas que se enamoraban de él. Cruelmente, Narciso se negó a aceptar el amor the la ninfa Eco. Ella desolada, se ocultó en una cueva y allí se consumió hasta que sólo quedó su voz.
Némesis, la diosa de la venganza, hizo que Narciso se enamorara de su propia imagen reflejada en una fuente. En una contemplación absorta, incapaz de apartarse de su imagen, acabó arrojándose a las aguas. En el sitio donde su cuerpo había caído, creció una hermosa flor, que hizo honor al nombre y la memoria de Narciso.