- ¡Déjame, mare del alma,
que me dé el aire,
que me dé el aire! ...
Un mozo la ronda, ronda,
vestido, vestido de marinero.
En la ventana la niña,
con traje, traje de mar y lucero.
Y la madre, en un suspiro,
sabedora de refranes:
–Cariño de marinero,
al fin de se ahoga en los mares.
La niña borda, bordando, bordando
siempre pasaba las tardes:
remos sobre las camisas, camisas
anclas, sobre los encajes.
Así un día y otro día,
sin importarla de nadie,
¡ay, qué montaña de ropa
hizo el amor que bordase!
Sola de noche en la reja, la reja
la niña aguardó hasta tarde.
Y la madrugada en sus ojos, sus ojos
Puso un barco sin velamen.
Sólo a la noche siguiente;
la niña salió a esperarle,
pero el marino ya nunca
volvió a rondarla la calle.
Muere la niña por mayo, por mayo,
a las siete de la tarde,
cuando los naranjos nuevos, naranjos,
se iban llenando de azahares.
En su ventana floría,
un jazmín dijo: ¡cobarde,
cariño de marinero,
al fin se ahoga en los mares!