Bajaba todos los días
de su casa a la estación
con un libro entre las manos
de Bécquer o Campoamor.
Era delgada y morena,
era de cintura fina
y era más cursi que un guante
la señorita Adelina.
Y como ver pasar trenes
era toda su pasión,
en el pueblo la llamaban
"La niña de la estación".
¡ Adiós señor, buen viaje !
¡ Adiós, que lo pase bien !
¡ Recuerdos a la familia !
¡ Cuando llegue escríbame !
¡ Mándeme usted la sombrilla !
¡ No olvide "La Ilustración" !
¡ Y no olvide que me llaman
La niña de la estación !
Descarriló el tren expreso
una mañana de abril
y aquel descarrilamiento
hizo a Adelina feliz.
Ella vendóle la frente
y lo cuidó como a un niño,
y él, que era guapo y valiente,
juróle eterno cariño.
Y luego cuando a la noche
viole partir en el tren,
con voz de carne membrillo
así le dijo al doncel:
¡ Adiós señor, buen viaje !
¡ Adiós, que lo pase bien !
¡ Recuerdos a la familia !
¡ Cuando llegue escríbame !
¡ Mándeme usted la sombrilla !
¡ No olvide "La Ilustración" !
¡ Y no olvide que me llaman
La niña de la estación !