¡Caramba, 'ñero'!
se oscurecieron mis días,
alzó en vuelo mi alegría
cuando menos lo esperaba.
Triste mañana sentí perder un tesoro,
mi caballo "Rucio Moro"
donde yo siempre coleaba.
Lo hallaron en el potrero,
en el potrero, con la nuca reventada;
parece que una centella
le dio una vuelta e' campana.
¡Quién se iba a imaginar
que a mi caballito
algo malo le aguardaba,
para quitarle la vida
dejando mi alma enlutada!
Partí enseguida al conocer la noticia
viendo la caballeriza un poquito solitaria,
llegué al lugar donde estaba mi caballo,
vi los impactos de un rayo
en medio de cuatro palmas.
Mas a la orilla de el río,
con otras bestias
andaba la potra "Zaina"
dando vuelta y relinchando
bastante desesperada.
¡Pobre mi caballo Rucio!
arrodillado, con la cabeza encajada,
cuando fui a cerrar sus ojos
le brotaron sendas lágrimas.
Pasó la brisa desensillando añoranzas
mientras una garza blanca
observaba en la cañada,
cantó un carrao' en una punta de mata
y una triste paraulata enmudeció la sabana.
En las arenas del río, mi Rucio Moro
dejó sus patas marcadas
cuando con su potra fue
a retozar en la playa.
La soga de mi cariño,
de mi cariño
apareció reventada
por unos cuantos tirones
del destino en su jugada.
Adiós amigo, me brotó del corazón
sentí gran desolación
cuando le daba la espalda.
Un hueco grande
donde su cuerpo cupiera
y encima del poco e' tierra
mi sombrero pelo e' guama.
¿Pa' qué el rocío mañanero?
caballo Rucio
humedezca mi plegaria
y los albores del tiempo
le den su gracia temprana.
Que le traigan serenata,
los pajaritos
que vienen de la montaña
para que su negra senda
se le convierta en hazaña.
Cayó la tarde
enmarcada en arreboles
¡cuantas lunas cuantos soles
presagiaron mi nostalgia!
se fue el Jilguero
que pregonó mi alegría,
pedazo de vida mía,
retacito de mi infancia.
Querubín de mis anhelos,
de mis anhelos,
cercanía de mi distancia
¡cuánto quisiera quitarle
al mastranto su fragancia!
Ceñirme en el desespero
de aquel lucero
que titila y se quebranta,
el que muere lentamente
amoldado a mi esperanza.
Caballo Rucio, te saliste del corral
convertido en vendaval,
volaste la puerta e' tranca.
Jamás pensaste
que te acechaba la muerte,
culpable tu mala suerte
que te condujo a la trampa.
Entre lienzos del recuerdo,
caballo mío, inerte queda tu estampa,
para tus tantos amigos
un manantial de añoranzas.
Hoy tu destino es un bongo,
bongo perdido
de canalete y palanca,
varado y abandonado
en los confines de Arauca.
Silla y bozal, se preguntan con dolor
por qué el destino traidor
no cambiaría su morada.
La talanquera
que bastante le apoyó,
triste también comentó:
está de luto la manga.
Desde el coso hasta el tapón
se oye un murmullo
de entre cortadas palabras
y las muchachas reparten
en lluvia cintas doradas.
Con la tarde veranera,
allá en el monte
se oye cantar la chicharra
y un vesperal de nostalgia
se lleva el viento en sus alas.
Agüita fresca está ofreciendo el jagüey,
mientras allá en el caney
me aguarda mi campechana.
Grito altanero de soberano sentir,
tú no te vas a morir
mientras existan sabanas.
Desde un rincón oriental,
en Venezuela
por el estado Monagas,
hasta el impetuoso Meta
en las tierras Colombianas.
Remontando en Orinoco,
el río Apure, Casanare y el Vichada
para morirte de viejo
en las ondas Araucanas.