Venid, vosotros cuyo ojo brilla,
Para oír una historia más,
Acercaos: os diré la
De doña Padilla de Flor.
Era de Alanje, donde se amontonan
Las colinas y las malezas.
¡Niños, he aquí los bueyes que pasan,
Esconded vuestros rojos delantales!
Hay chicas en Granada
Las hay en Sevilla también
Quién para la menor serenata
Al amor piden gracias
Hay las que a veces besan,
Por la tarde, atrevidos caballeros
¡Niños, he aquí los bueyes que pasan,
Esconded vuestros rojos delantales!
No es en este tono frívolo
Que hay que hablar de Padilla
Pues que nunca pupila española
De un fuego más casto no brilló
Huía los que persiguen
A las chicas de bajo de los chopos
¡Niños, he aquí los bueyes que pasan,
Esconded vuestros rojos delantales!
Tomó los hábitos en Toledo
Al gran suspiro de la gente del lugar
Como si cuando una no es fea
Tuviese el derecho de esposar a Dios
Poco faltó que llorasen
Los (soldados) brutos y los escolanos
¡Niños, he aquí los bueyes que pasan,
Esconded vuestros rojos delantales!
Pero*, la bella a penas enclaustrada
Amor en su corazón se instaló
Un ufano brigante de la comarca
Vino entonces y dijo: ¡aquí estoy!
A veces los brigantes sobrepasan
En audaz los caballeros
¡Niños, he aquí los bueyes que pasan,
Esconded vuestros rojos delantales!
Era feo: los rasgos austeros
La mano más ruda que el guante
Pero el amor tiene muchos misterios
Y la monja quiso el brigante
Se ve ciervas que reemplazan
Sus bellos ciervos por jabalís
¡Niños, he aquí los bueyes que pasan,
Esconded vuestros rojos delantales!
La monja se atrevió, dice la crónica
Al brigante por el infierno conducido
A los pies de Santa Verónica
A dar una cita por la noche
En la hora donde los cuervos croan
Volando en la sombra por miles
¡Niños, he aquí los bueyes que pasan,
Esconded vuestros rojos delantales!
Pero* cuando, en la nave bajada
La monja llamó al brigante
En vez de la voz esperada
Fue el rayo que respondió
Dios quiso que sus golpes alcanzasen
A los amantes por Satanás ligados
¡Niños, he aquí los bueyes que pasan,
Esconded vuestros rojos delantales!
Esta historia de la novicia
Santo Ildefonso, abad, quiso
A fin de preservar del vicio
A las vírgenes que hacen su salvación
Los priores la contasen
En todos los conventos regulares
¡Niños, he aquí los bueyes que pasan,
Esconded vuestros rojos delantales!