Es un asunto muy delicado
el de la pena capital,
porque además del condenado,
juega el gusto de cada cual.
Empalamiento, lapidamiento,
inmersión, crucifixión,
desuello, descuartizamiento,
todas son dignas de admiración.
Pero dejadme, ay, que yo prefiera
la hoguera, la hoguera, la hoguera.
La hoguera tiene qué sé yo
que sólo lo tiene la hoguera.
Sé que han probado su eficacia
los cartuchos del pelotón;
la guinda del tiro de gracia
es exclusiva del paredón.
La guillotina, por supuesto,
posee el chic de lo francés,
la cabeza que cae en el cesto,
ojos y lengua de través.
Pero dejadme, ay, que yo prefiera
la hoguera, la hoguera, la hoguera.
La hoguera tiene qué sé yo
que sólo lo tiene la hoguera.
No tengo elogios suficientes
para la cámara de gas,
que para grandes contingentes
ha demostrado ser el as.
Ni negaré que el balanceo
de la horca un hallazgo es,
ni lo que se estira el reo
cuando lo lastran por los pies.
Pero dejadme, ay, que yo prefiera
la hoguera, la hoguera, la hoguera.
La hoguera tiene qué sé yo
que sólo lo tiene la hoguera.
Sacudir con corriente alterna
reconozco que no está mal:
la silla eléctrica es moderna,
americana, funcional.
Y sé que iba de maravilla
nuestro castizo garrote vil
par ajustarle la golilla
al pescuezo más incivil.
Pero dejadme, ay, que yo prefiera
la hoguera, la hoguera, la hoguera.
La hoguera tiene qué sé yo
que sólo lo tiene la hoguera.