No se ofendan los dragones de virtud,
si hubiera tenido el honor de capitanear a bordo,
a bordo del Titanic cuando naufragó,
hubiera gritado: "¡Las mujeres adúlteras primero!".
No le tiréis la piedra a la mujer adúltera,
yo estoy detrás...
Pues para colmar los deseos, calmar la fiebre ardiente
del pobre solitario y que no es de piedra1,
nada es comparable con la esposa inconstante.
Mujeres de jefes de estación, sois la flor y nata.
No le tiréis la piedra a la mujer adúltera,
yo estoy detrás...
En cuanto a ustedes, señores míos, amen como les plazca,
en lo que me concierne, una vez comprendido
que una mujer adúltera es, más que ninguna otra, exquisita,
busco mi fortuna a la sombra de los maridos.
No le tiréis la piedra a la mujer adúltera,
yo estoy detrás...
A la sombra de los maridos, pero, ni qué decir tiene,
no maridos cualesquiera, los selecciono, los escojo.
Si la señora Dupont, por casualidad, me atrae,
hace falta que, a mayores, ¡Dupont me guste también!
No le tiréis la piedra a la mujer adúltera,
yo estoy detrás...
Conviene que el tío sea un poco pardillo
si no, echándome atrás, me largo a pasos agigantados,
porque yo soy difícil y me niego a beber
en el vaso de un señor que no me cae bien.
No le tiréis la piedra a la mujer adúltera,
yo estoy detrás...
Quedan lejos mis inicios en los que, falto de experiencia,
le eché el ojo a mujeres de policías.
Aún no estaba abierto a la estética.
Esta falta de gusto ya no la cometo.
No le tiréis la piedra a la mujer adúltera,
yo estoy detrás...
Sí, soy tiquismiquis, puntilloso, pero estimo
que el marido debe ser un caballero completo,
porque terminamos ambos haciéndonos íntimos
a fuerza, a fuerza de pasarse el relevo.
No le tiréis la piedra a la mujer adúltera,
yo estoy detrás...
Pero si uno da, ¡por desgracia! con maridos infames,
algunos son tan corteses, tan buenos, tan calurosos,
que, aún después de haber dejado de querer a su mujer,
seguimos fingiendo únicamente por ellos.
No le tiréis la piedra a la mujer adúltera,
yo estoy detrás...
Es mi caso recientemente, me siento triste, indispuesto,
cuando tengo que hacerle honor a cierta idiota.
Pero su marido y yo, somos Orestes y Pílades2
y, para conservar al amigo, la sigo halagando.
No le tiréis la piedra a la mujer adúltera,
yo estoy detrás...
No contenta con disgustarme, me engaña,
y los días en los que, furioso, deseoso de acabar con todo,
le grito: "¡Ya no aguanto más3, es la hora de que rompa!"
El marido me suplica: "¡No, no me dejes!"
No le tiréis la piedra a la mujer adúltera,
yo estoy detrás...
Y me quedo, y los dos, juntos, nos adulamos.
Yo le digo: "Eres mi cornudo preferido".
Él me replica entonces: "Entre todos mis cuernos,
los que a ti te debo, querido, para mí son sagrados".
No le tiréis la piedra a la mujer adúltera,
yo estoy detrás...
Y me quedo y, a veces, cuando esa repipi
se entretiene en compañía de su nuevo amante,
la niñera ha salido, el marido, de pesca,
soy yo, ¡pobre de mí! el que cuida a los niños.
No le tiréis la piedra a la mujer adúltera.
1. Lit.: "no es de madera"2. "como hermanos". https://es.wikipedia.org/wiki/P%C3%ADlades3. Lit.: "La copa está llena"