Defiéndeme de las fuerzas adversas,
La noche, en sueños, cuando no estoy consciente,
Cuando mi camino, se vuelve incierto,
Y no me abandones jamás...
¡No me abandones jamás!
Llévame de nuevo hacia las regiones más altas,
A uno de tus reinos de quietud:
Es tiempo de dejar este ciclo de vida.
Y no me abandones jamás...
¡No me abandones jamás!
Porque, la alegría del más profundo afecto
O de los más leves anhelos del corazón
Son sólo la sombra de la luz,
Recuérdame, ¡qué infeliz soy!
Cuando esté lejos de tus leyes;
Cómo no desperdiciar el tiempo que me queda.
Y no me abandones jamás...
¡No me abandones jamás!
Porque, la paz que he sentido en ciertos monasterios,
O el reverberar intenso de todos los sentidos de fiesta,
Son sólo la sombra de la luz.