Al borde del precipicio, en el límite de los inviernos largos,
las nubes se asomaron y se transformaron en humo.
Le sonrío al viento, de los ojos azules caen las lágrimas:
ahora nos esconden algo.
Desde hace tiempo buscábamos el silencio,
a veces nos íbamos a pique
y el tiempo vuelve a retroceder en círculos:
el amor no se busca,
esperaremos a que venga,
el amor no se busca,
esperaremos a que venga.
Cuantos inviernos, cuantos años,
la noche es eterna y todo lo que esperamos es que amanezca.
El cielo es el abismo sobre nosotros,
los pensamientos y las palabras se congelan en el aire,
en el camino hacia la soledad
seguimos juntos cual piedra y agua.
Al borde de la cornisa, en el límite de los inviernos largos,
las ropas rasgadas y arena en la cara,
le sonrío al sol y me gustaría decir:
el amor no se busca,
esperaremos a que venga,
el amor no se busca,
esperaremos a que venga.
Cuantos inviernos, cuantos años,
la noche es eterna y todo lo que esperamos es que amanezca.
El cielo es el abismo sobre nosotros,
los pensamientos y las palabras se congelan en el aire,
en el camino hacia la soledad
seguimos juntos cual piedra y agua.
Los pensamientos y las palabras se congelan en el aire,
en el camino hacia la soledad
seguimos juntos cual piedra y agua.
Los pensamientos y las palabras se congelan en el aire,
en el camino hacia la soledad
seguimos juntos cual piedra y agua.