De un mismo vientre, nacidos de la misma madre.
De una misma sangre, hemos compartido todo.
Somos una gran pareja, cómo imaginar
que después de treinta primaveras y treinta inviernos
estaríamos así escrutándonos,
como dos extraños cuando somos casi gemelos, hermano mío.
Nos decíamos inseparables,
como los dedos de una sola mano, dos gotas de agua.
¿No era todo más que viento, arena,
hábitos, nada más que palabras?
Nos perdimos tan lentamente sin siquiera darnos cuenta.
Nos apartamos poco a poco en una temporalidad infinita.
Antes de que perdamos la memoria,
antes de que sea demasiado tarde
yo vendré a buscarte.
¿Qué nos ocurrió durante el recorrido?
¿Fue la distancia, fue obra del tiempo?
¿Hicimos lo que hacía falta? ¿Somos inocentes?
Nos cruzamos en bodas, en velorios,
en cumpleaños, en los primeros días del año.
Es como si nos mintiéramos, como si lo fingiéramos.
Te conozco mejor que nadie,
mejor que tú; te he visto crecer.
Pudiera ser que nos perdonemos
esa luz que dejamos empalidecer.
Nos perdimos tan lentamente sin siquiera darnos cuenta.
Nos apartamos poco a poco en una temporalidad infinita.
Antes de que perdamos la memoria,
antes de que sea demasiado tarde
yo, ¡yo vendré a buscarte!
A buscarte.
A buscarte.
Nos perdimos sin olas día tras día, noche tras noche.
¿Te acuerdas de nuestros rodeos? ¿Rompiste tú nuestras amarras?
Uno no avanza sin historia
e incluso si es demasiado tarde,
¡yo regresaré a buscarte!
¡Regresaré a buscarte!
Nos perdimos y nos reencontraremos si así lo queremos.
Antes de que perdamos la memoria,
antes de que sea demasiado tarde
yo, ¡yo vendré a buscarte!
A buscarte.
A buscarte... sí.
A reencontrarte.
¡Yo vendré a buscarte!
¡A buscarte!