Yo jamás seré ni la sombra de un hombre
ni el reflejo pálido de nadie más que yo.
Yo soy todas mi fallas, mis heridas y mis errores.
Yo soy lo que tú ves.
Yo jamás seré el héroe de tus fábulas
ni el apuesto caballero con el que a veces sueñas.
Si levanto mis brazos cual muros infranqueables
verás que no soy, no soy más que yo.
Yo jamás seré ni un príncipe de las ilusiones
ni uno de esos guapos marqueses tan brillantes y socarrones.
Yo pertenezco a mi historia, a mis pasos, a mis pasiones.
Yo soy lo que yo creo.
Yo jamás seré un arrepentimiento para mis padres,
uno de esos saltimbanquis al servicio de un rey
y yo quiero hijos siempre orgullosos de serlo.
Yo soy lo que yo debo.
Pero yo podría, bella mía, si asi lo pidieras
descolgar las estrellas, cubrirte de seda,
y hacer de mis brazos por fin el más bello de los palacios,
pero yo jamás seré, jamás seré nadie más que yo.
Yo jamás seré, jamás seré nadie más que yo.