He soslayado tanto el ángulo de los parapetos,
De mis imprescindibles y de mis indomables;
He dedicado mis noches y levantado los puños
A los mostradores relucientes de charcos innombrables.
Penas sin marea, mentiras franqueadas,
Marismas de promesas; no, ya no las quiero;
Solo que desaparezca el gusto por lo que permanece
Y desacostumbrarme de las coartadas.
Y para que intoxiquen mis venas sedientas
Os tiendo mi camisa, me bajo el pantalón,
Estoy desnuda como un gusano, y lleno de inviernos
Esta loca tentación que hiela mis escalofríos.
A los faros sin luz yo me he aferrado
Y, grabada sobre mi piel de cuero desesperado,
La tinta de mis quimeras, la de tus besos,
Agotada en las roderas de mi identidad.
Las fugas sin fronteras, los refugios obtusos,
El alfabeto del breviario; no, ya no los quiero;
Confieso a mi cerveza todos esos malentendidos,
Reconozco a la verbena mi paraíso perdido.
Y para que intoxiquen mis venas sedientas
Os tiendo mi camisa, me bajo el pantalón;
Estoy desnuda como un gusano, y lleno de inviernos
Esta loca tentación que hiela mis escalofríos.
He soslayado tanto al ángel de mi libertad,
De mis imprescindibles y de mis indomables,
Que los ángulos del cielo, aquéllos de la caridad,
Han leído en mi mirada la aurora insalvable.
Mis jirones de lágrimas, mi corazón mellado,
El aliento y sus averías; no, ya no los quiero más;
Disuelvo mi ausencia, renazco en el silencio,
Aprieto todo contra mí, el santo del llavero.
Y para que intoxiquen mis venas sedientas
Os tiendo mi camisa, me bajo el pantalón;
Estoy desnuda como un gusano, y lleno de inviernos
Esta loca tentación que hiela mis escalofríos.
Y para que intoxiquen mis venas sedientas
Os entrego mi camisa ebria de libertad;
Desamparo el invierno, dejo en el abandono
Esta loca tentación que hiela mis escalofríos.