La ironía del destino quiere que yo esté todavía aquí pensando en ti.
En mi mente destellos repetidos, instantes vividos contigo.
Ha pasado tanto tiempo pero todo es totalmente nítido,
tan claro y limpio que parece ayer.
Ayer habría querido leer tus pensamientos,
escrutar cada pequeño detalle y evitar equivocarme,
convertirme cada vez en el hombre ideal
pero ese día que jamás olvidaré
me dijiste: "Ya no sé si te amo o no, mañana me marcho.
Será más fácil olvidar, olvidar".
"¿Y ahora qué harás?" Respondí: "No sé".
Esa mirada tuya luego la interpreté como un adiós.
Sin preguntar por qué, de ti me alejé
pero ignoraba que en el fondo nunca terminaría.
Tenso, estaba en pedazos pero una sonrisa superficial
escondía las marcas de cada cicatriz.
Ningún detalle que al volverte a ver pudiera revelar
lo mal que había estado.
Cuatro años transcurridos con prisa y tú
me gustas como siempre, quizá incluso más.
Me has dicho: "Sé que es una contradicción pero
el amor no es racionalidad, no se le puede entender".
Y horas hablando, después hemos hecho el amor
y ha sido como morirnos antes de marcharnos.
Jamás podré olvidar, olvidarlo.
¿Sabes qué es el infinito? El inalcanzable fin o meta
que perseguirás toda tu vida.
"¿Pero ahora qué harás?" "Ahora no lo sé", infinitos nosotros.
Sólo sé que nunca podrá terminar,
nunca; donde sea que tú estés, donde sea que yo esté
jamás lo olvidaremos.
Si esto es amor, es amor infinito.