Con las manos desnudas, los pies descalzos,
afrontar la vida en la cancha
y jamás desde las gradas.
Sin ahorros
y aún así siguiendo siempre adelante.
Y nunca hay nada seguro,
y cuando tienes más pasado que futuro,
sabes que has aprendido de los demás incluso los peores errores
durante días, meses, años.
Pero aún me conmuevo
con un beso lejano, una foto de recuerdo,
con la noche que poco a poco vuelve a convertirse en día.
Cada emoción me corta el aliento
y lloro de gozo o sin motivo.
Hay días en los que querría desaparecer
y otros en los que la felicidad no tiene fin.
Cada emoción me corta el aliento
y río de gozo o sin motivo,
convencida de que al final todo vuelve
con la importancia y la belleza de aprender
a ser una mujer.
Y caminar sobre los cristales rotos
de mil malas decisiones de las que escuecen los ojos.
Y pese a los golpes,
no darle importancia a las razones, a los errores.
Y aún me conmuevo
cada vez que espero a la primavera,
cuando cruzo la mirada con una persona de verdad.
Cada emoción me corta el aliento
y lloro de gozo o sin motivo.
Hay días en los que querría desaparecer
y otros en los que la felicidad no tiene fin.
Cada emoción me corta el aliento
y río de gozo o sin motivo,
convencida de que al final todo vuelve
con la importancia y la belleza de aprender
a ser una mujer.
Cada emoción me corta el aliento
y río de gozo o sin motivo,
convencida de que al final todo vuelve
con la importancia y la belleza de aprender
a ser una mujer.
Una mujer.