Imagínate a un niño que juega al fútbol
con el padre puesto de portero.
Es domingo por la mañana, están en un patio de escuela
y no hay nadie en la calle.
Y de lejos, desde el cielo, ellos no lo ven,
pero hay una cosa que se mueve.
Sólo se escuchan las bromas del padre,
risas del niño que mete gol.
Y una sombra les tapa el sol lentamente
y del cielo baja un cóndor gigante
y envuelve con las garras los hombros del niño
y se lo lleva volando.