Todavía hablamos de él
a voz baja cuando viene oa tarde
sentados juntos, con un poco de miedo.
De cuando nos perseguía
riendo de manera extraña
y después se escondía
para espiarnos de lejos.
Vivía allá, en su colina.
Pasaba su día
a mirar volar los gorriones
jugaba con ratones, pero no hablaba con nosotros.
Nosotros le atormentábamos
buscando hacerle llorar
pero él no se preocupaba y se iba.
Su padre no lo quería
cada día lo golpeaba:
no podía soportar sus ojos extraños
Su madre lo consolaba,
él se iba debajo de la lluvia
pies descalzos, caminaba lentamente.
Están tan lejanas
las cosas ocurridas desde entonces
pero alguna vez nosotros hablamos todavía de él.
Por las tardes de verano
cuando aquí nos aburrimos,
sentados juntos dejando que el tiempo pase.