Lo que no sabía entonces
es que podría llorar,
es un recurso muy manido
para llamar la atención.
Y lo que tampoco sabía entonces
es que podría perderte
y que seguiría sin saberlo.
Y ahora le hago la pelota a la luz de la luna
como si ella fuera la que me va a llevar a casa;
y tirito en mi ropa gastada
como si así pudiera entrar en calor;
y ahora miro embelesada más allá del sucio río
y respiro este aire contaminado
y estoy segura de que te veré en ese puente
porque soñé que te besaría ahí arriba.
Lo que no sabía entonces
es la gravedad del pecado,
lo lento que pasa el tiempo
cuando engañas a un amigo.
Y lo que tampoco sabía entonces
es que podría necesitarte.
Sí, yo...