En el rincón de mis recuerdos
hay un piano marrón en la esquina de la habitación.
En el rincón de la casa donde solía vivir cuando era joven,
hay un piano marrón en la esquina de la habitación.
Recuerdo ese momento
cuando me sentí atraído por ese piano
que era más alto que yo.
Solía admirarte y extrañarte.
Ese momento cuando empecé a tocarte con mis delgados dedos.
“Soy muy feliz, mamá, soy muy feliz”
Mis dedos tocaron las teclas a su voluntad.
No entendí tu importancia.
Los días en los que solía ser feliz con sólo mirarte.
Recuerdo aquellos tiempos.
Solía ser más alto que tú
cuando entré en la escuela elemental.
Empecé a olvidarme de aquello que solía admirar tanto.
El polvo comenzó a cubrir las blanquecinas teclas.
Recuerdo tu aspecto cuando te olvidé.
En aquel momento no me di cuenta de tu importancia.
Siempre estuviste ahí para mí.
Sin importar dónde estuviese.
Pero nunca pensé que podría ser la última vez.
“Por favor, no te vayas”, dijiste.
“Por favor, no te preocupes por mí, incluso cuando me vaya.”
“Las cosas te irán bien.”
“Recuerdo cuando te conocí por primera vez”.
“Has crecido mucho.”
“Aunque éste sea el final de nuestra relación,
por favor, no sientas pena por mí.”
“Porque nos volveremos a encontrar en cualquier aspecto y forma.”
“Así que, por favor, recíbeme cálidamente cuando nos volvamos a encontrar.”
Recuerdo ese momento.
Cuando me olvidé completamente de ti.
Nos volvimos a ver cuando tenía 14 años.
La incomodidad desapareció al instante.
Te volví a tocar.
Incluso después de haber pasado tantos años
me aceptaste sin ningún problema.
Sin ti no hay nada.
Ya es de día
y nos hemos saludado por la mañana.
No deberías soltar mi mano nunca más
porque no volveré a dejarte marchar.
Recuerdo ese momento.
El último momento de mi adolescencia.
Juntos quemamos los años.
Esos días cuando nada me importaba.
Llorando y riendo, esos momentos que viví contigo
ahora son recuerdos.
Mientras me sujetaba en mi espalda rota, dije
“No puedo más.”
Siempre que quise rendirme
tú me decías
“Tío, puedes hacerlo.”
Sí, sí, recuerdo esos días
cuando solía estar cansado y perdido.
Esos días en los que me hundía en la desesperación.
Te alejé de mí
y evité volver a verte.
Pero tú seguiste a mi lado
sin decir una palabra.
Así que, por favor, nunca sueltes mi mano.
Porque no volveré a dejarte marchar.
Desde el día que nací hasta el final de mi vida,
tú serás quien observe cada momento.
En en rincón de mi memoria,
hay un piano marrón en la esquina de la habitación.
En el rincón de la casa donde solía vivir cuando era joven,
hay un piano marrón en la esquina de la habitación.