Si todas las estrellas del mundo
en un cierto momento
vinieran abajo,
toda una serie de astros
de polvo blanco descargado del cielo…
Pero el cielo sin sus ojos
no brillaría más
Si toda la gente del mundo
sin ninguna razón
levantara la cabeza
y volara alto,
sin su bullicio,
ese doloroso ruido,
la tierra, pobre corazón,
no latiría más.
Siempre me falta el elástico
para sostener los calzoncillos
así que los calzoncillos
en el mejor momento se me bajan
como un sueño acabado,
tal vez un sueño importante,
un amigo traicionado.
Yo también he sido traicionado
pero ya no me importa.
Entre la oscuridad del cielo
la cabezas peladas blancas.
Nuestras palabras se mueven cansadas,
ya no nos entendemos.
Pero no tengo ganas de hablar,
de quedarme escuchando,
de seguir haciéndome el burro,
de portarme mal
y luego dejar de hacerlo.
Ah, felicidad,
¿en cuál tren de la noche viajarás?
Lo sé…
que pasarás…
Pero, como siempre, deprisa,
nunca te paras.
Se trataría de nadar
tomándolo con calma,
dejarse llevar
dentro de dos ojos grandes,
tal vez azules.
Y, para tener que librarme,
cruzar un mar medieval,
luchar contra un dragón bizco,
pero, dragones bebé…
no hay más.
Quizá es por eso que los sueños
son tan pálidos y blancos,
y rebotan cansados
entre las antenas hervidas
de las varias TV;
y nos regresan a casa
llevados por señores elegantes,
cagaderos que hablan,
y todos aplaudiendo.
No queremos más.
Pero, si este mundo
es un mundo de cartón,
entonces, para ser felices
es suficiente muy poco, tal vez una canción
o ¿quién sabe...?
si sería el caso
de tratar de cerrar los ojos
y luego, aun cuando tengas los ojos cerrados,
quién sabe qué será…
Ah, felicidad,
¿en cuál tren de la noche viajarás?
Lo sé…
que pasarás…
Pero, como siempre, deprisa,
nunca te paras.
Ah, felicidad,
¿en cuál tren de la noche viajarás?
Lo sé…
que pasarás…
Pero, como siempre, deprisa,
nunca te paras.
Ah, felicidad,
¿en cuál tren de la noche viajarás?
Lo sé…
que pasarás…
Pero, como siempre, deprisa,
nunca te paras.