Si no quedara más que una
para arriesgar su felicidad
y apostar su fortuna
por el rojo del corazón,
para aceptar las lágrimas,
aceptar noche y día
caer sin armas
en las garras del amor.
Y si no quedara más que una
que no estuviera hastiada,
y llorar en vano
en un viejo sofá,
sí, si no quedara más que una
para el amor de película,
si, si no quedara más que una,
esa sería yo.
Y si no quedara más que una
para ir valientemente
a soñar al claro de luna
del brazo de su amante,
y para tener la audacia
de confiar, en verano,
a la estrella que pasa
deseos de eternidad.
Si no quedara más que una
para estúpidamente pintar
en la arena de las dunas
dos corazones entrelazados,
sí, si no quedara más que una
para el amor de gran formato.
Sí, si no quedara más que una,
esa sería yo.
Y si no quedara más que una
para osar afirmar
que no hay peor infortunio
que el no amar,
seguirte al fin del mundo
sin preguntas, sin contrato,
esa sería yo.
Y si no quedara más que una
para envidiar las maquinaciones
en las que unos y otras
andan siempre envueltos,
para envidiar sus locuras,
sus excesos, sus líos,
esa sería yo.
Esa sería yo.
Y si no quedara más que una
para buscar sin pudor
una espalda oportuna
donde esconder su felicidad,
y si no quedara más que una
para el amor sin tino,
sí, si no quedara más que una,
es sería yo.