A veces escribo cartas para no sentirme atado,
para no aferrarme a remilgos que yo quisiera abolidos
de mi vida. De mi vida.
Y pinto de colores los sobres. En el remite soy un enigma.
Espero siempre una respuesta para sentirme querido
como los niños chicos. Como los niños chicos.
Mensajes que llegaran, papeles envolviendo una piedra.
Mensajes de cariño que rompieran el cristal de mi cuarto.
Quién pudiese ingerir un fármaco precioso...,
Convertir en realidad todos esos sueños.
Cartas que me dijesen cosas bonitas
como que vendrás a maullarme de contraseña en la madrugada
bajo mi ventana. Bajo mi ventana.
Que corriéramos campo a través, a la luz de los fulgores del alba.
Chispas blancas sobre el rojo violento. Y que hiciésemos cabañas
en los árboles. En los árboles.