La noche azul,
melancolía de los días de un febrero que se fué,
colgando un tul,
en el perchero del ayer, perdido;
fotos prisioneras en el fondo de un baúl,
mi eterna cruz: la noche azul.
En el camión,
el estribillo, latiguillo de un antiguo pericón
el mostrador,
con el veneno del licor maldito.
Guapos y bandidos bajo un código de honor;
mi corazón, en el camión.
Soy el murguero oriental,
el cantor de arrabal
callejero, que soñó
un dios de arpillera y papel,
que me hiciera nacer murguero.
Murguero y oriental.
El tiempo cambia el escenario
y sólo queda un mapa en extinción
buscando un coro legendario
en el profundo sueño de un león.
La maravilla de un legado
cantado a gritos de pregón,
las lucecitas del tablado,
y el fuego sagrado llevando una canción
que resucita y dice:
Soy el murguero oriental,
el cantor de arrabal
callejero, que soñó
un dios de arpillera y papel,
que me hiciera nacer murguero.
Murguero y oriental.
La noche azul,
melancolía de los días de un febrero que se fué,
colgando un tul,
en el perchero del ayer, perdido;
fotos prisioneras en el fondo de un baúl,
mi eterna cruz: la noche azul.
En el camión,
el estribillo latiguillo de un antiguo pericón
el mostrador,
con el veneno del licor maldito.
Guapos y bandidos bajo un código de honor;
mi corazón, en el camión.
Soy el murguero oriental,
el cantor de arrabal
callejero, que soñó
un dios de arpillera y papel,
que me hiciera nacer murguero.
Murguero y oriental.
Soy el murguero oriental,
el cantor de arrabal
callejero, que soñó
un dios de arpillera y papel,
que me hiciera nacer murguero.
Murguero y oriental.