He dado un salto, un salto extraño
que nos ha levantado más de tres palmos.
Salía humo, tan denso y blanco
y dentri tú y yo y mi gran salto.
Teníamos miedo mirando hacia abajo,
teníamos miedo y nos hemos quedado
medio abrazados, sintiendo el salto
chorreándome entre las manos.
Los testigos oculares
dicen "¡qué salto, caramba qué salto!",
las madres dicen a los críos
"¡no os acerquéis, que ha dado un salto"!.
Éramos tú y yo con el mundo a parte
y ahora es el mundo que nos salvará
entre los escombros de este salto,
que éramos tú yo y ya no lo somos tanto.
¡Que esto chavales cae, que esto chavales cae!
Grito tu nombre entre el humo blanco.
"Agárrate fuerte y, si puedes, cae
con los dos pies y en un sitio llano".
Y nos merecíamos una despedida
más diga de ser recordada
y no este vernos destrozados
por la fuerza de la gravedad.
¡Tú, saltador que saltas saltos!
¡Tú, trepador profesional!
¡Tú, amigo por siempre ambulante
que te defines por tus saltos!
¡Qué fácil todo! ¡Qué bien estás!
Es tus ojos iluminados
ya se intuye la inmensidad
de todo un mundo a tu alcance.
La noche caerá, la noche caerá,
la noche caerá y desplegarás
un sueño dulce y destartalado
de los saltadores que saltan saltos.
Y hasta mañana, y hasta mañana,
y, ahí fuera, sopla un viento tan suave,
y el saltador se dormirá
con cara de nada,
con cara de salto.