Amada, supón que me voy lejos
tan lejos que olvidaré mi nombre.
Amada, quizás soy otro hombre
más alto y menos viejo
que espera por sí mismo,
allá lejos, allá, trepando
el dulce abismo.
Amada, supón que no hay remedio,
—remedio es todo lo que intento—.
Amada, toma este pensamiento,
colócalo en el centro
de todo el egoísmo
y ve que no hay ausencia para
el dulce abismo.
Amada, supón que en el olvido
la noche me deja prisionero.
Amada, habrá un lucero nuevo
que no estará vencido
de luz y de optimismo.
Y habrá un sinfín latente bajo
el dulce abismo.
Amada, la claridad me cerca.
Yo parto, tu guardarás el huerto.
Amada, regresaré despierto
otra mañana terca
de música y lirismo.
Regresaré del sol que alumbra
el dulce abismo.