Cuando él en medio de la noche se despertó
su corazón latía tan fuerte, que se asustó.
Por lo que la mujer, que a su lado yacía rio,
de que sonaba como si fuera el día del juicio.
Y él escuchó su voz quebrarse,
y sintió, que de igual manera dormía.
Como ambos estaban en la ciega oscuridad,
solo vio las palabras, que ella exclamó.
"¿Por qué no me matas más rápido, entonces?",
pregunto ella y lloró como un niño.
Y su llanto venía del ático,
donde los sueños, lapidados están.
"¿Cuántos años más quieres seguir odiándome?",
exclamó, y se quedó en inquietante silencio.
"¿No quieres dejarme seguir viviendo?,
porque sin ti yo no quiero vivir."
Sus preguntas se pararon como espectros,
que de sí mismos estaban asustados...
Y la noche era negra y sin ventanas,
y parecía no saber qué pasaba.
Él, el hombre en la cama, no estaba para risas.
Los sueños deben ser fieles a la verdad.
Pero se dijo a sí mismo: "¿Qué debería uno hacer?",
y decidió en la noche no volver a despertar.
Entonces se durmió aliviado.