Dos lágrimas de rocío
cayeron en mis manos
cuando te acaricié el rostro.
Pobre de mí, poco valgo
para auxiliarte en la desgracia,
para ayudarte en el disgusto.
Por qué lloras no me dices,
no es preciso decirlo,
no lo digas, lo adivino.
Los amantes infelices
deberían tener coraje
para cambiar de camino.
Por amor damos el alma,
damos cuerpo, damos todo,
hasta cansarnos en la jornada.
Pero, cuando la vida se acaba,
lo que era amor es nostalgia
y la vida ya no es nada.
Si estás a tiempo, recula,
amordaza al corazón,
mata al pasado y sonríe.
Pero, si no estás, continúa,
esto me dijo mi madre
al verme llorar por ti.