Lluvia, la lluvia de mayo llenó el cielo con un sonoro manto.
Trueno, el trueno retumbó por los tejados asustando a todos los gatos.
Abrí la ventana, y un viento alegre dispersó todo cuanto había en la mesa,
torpes versos que escribí en un vacío sofocante y deprimente.
Golpeó el trueno de mayo con alegría e ímpetu, en confusa onda.
Me soltó: "¡Eh, levanta y sígueme!
Sal al patio y corretea por los charcos hasta la madrugada.
Mira como juega la chiquillería divertida y bendita".
Gotas en la cara, tan sólo la lluvia, o puede que esté llorando.
La lluvia lo limpió todo, y mi alma, inundada, de pronto se empapó dentro de mi.
Fluía cual arroyo desde la casa hacia los soleados prados por segar.
Convirtiéndose en vapor, voló con el viento hacia mundos desconocidos.
Y yo me imaginé que la ciudad se inundó de gente alegre.
Salieron todos bajo la lluvia, cantaban algo a coro, y bailaban, maldita sea.
Olvidando la vergüenza y sin el riesgo de complicaciones de salud,
la gente bajo la lluvia, como si fuese una salva, recibió al trueno, al primer trueno de primavera.