Dos niños, ramas de un mismo árbol de miseria,
juntos en un portal bajo la noche calurosa,
dos niños pordioseros llenos de pústulas,
comen de un mismo plato como perros hambrientos
la comida lanzada por la pleamar de los manteles.
Dos niños: uno negro, otro blanco.
Sus cabezas unidas están sembradas de piojos;
sus pies muy juntos y descalzos;
las bocas incansables en un mismo frenesí de mandíbulas,
y sobre la comida grasienta y agria,
dos manos: una negra, otra blanca.
¡Qué unión sincera y fuerte!
Están sujetos por los estómagos y por las noches foscas,
y por las tardes melancólicas en los paseos brillantes,
y por las mañanas explosivas,
cuando despierta el día con sus ojos alcólicos.
Están unidos como dos buenos perros...
Juntos así como dos buenos perros,
uno negro, otro blanco,
cuando llegue la hora de la marcha,
¿querrán marchar como dos buenos hombres,
uno negro, otro blanco?
Dos niños, ramas de un mismo árbol de miseria,
comen en un portal, bajo la noche calurosa.