Guerra, ¿qué has hecho, maldita guerra?
El silencio inundó los patios de nuestras casas.
Nuestros muchachos, repentinamente maduros, con la cabeza muy alta,
se detuvieron un segundo en el umbral
y se marcharon, uno tras otro, soldado tras soldado...
Adiós, muchachos, ya nos veremos luego;
por favor, regresad con vida.
No os escondáis, no os agachéis, caminad muy erguidos,
no escatiméis balas ni granadas
sed firmes, sed abnegados, pero por favor,
por favor, regresad con vida.
Guerra, ¿qué has hecho, maldita guerra?
Ausencia y humo negro en vez de festines de bodas.
Nuestras muchachas regalaron sus vestidos blancos
a sus hermanitas menores.
Las infaltables botas toscas, de uniforme,
las alas verdes de las insignias militares brotando de los hombros...
Dejad que las malas lenguas murmuren, muchachas, no les hagáis caso a los chismosos;
ya sabremos hacerlos callar algún día.
Dejad que hablen, que digan que no tenéis en qué creer, que os aventuráis
por estos caminos de guerra a tientas, a ciegas, arrastradas por la corriente...
Adiós, muchachas. Por favor,
por favor, regresad con vida.