El primer día, no pasó nada.
Segundo día, no hubo problema.
El tercer día, me lo banqué.
El cuarto día, perdí mi aplomo.
El quinto día, ya me paspé.
El sexto día, me puse crema.
El séptimo me lo aguanté.
En el octavo dije cosas feas.
Noveno día, me resigné.
Y al cabo de estos padecimientos,
el día diez me acostumbré.
Y así pasaron como otros tantos
esos diez días sin bidé.