Cuánta gente amontonada
sube baja, viene y va
cada vez más apretada
en silencio y sin parar.
Calles, parques y avenidas
se atiborran más y más
unos cruzan las paredes
o atraviesan el cristal.
Hay quien sube por los muros
porque abajo no hay lugar
trepan unos, sobre otros
para poder avanzar.
Las veredas se trituran
revientan los ascensores
ya es inútil que alguien pida
que no pisemos las flores.
No hay peor, detención
que avanzar con imprudencia
si se pierde la paciencia
en la super población.
Callejones sin salida,
orden de volver atrás
los zapatos se calientan
mientras borran la ciudad.
Hombro con hombro, con hombro
y la nariz con gomina
en mi oreja me ha colgado
sus anteojos mi vecina.
Adentro de los espejos
la multitud se metió
y mi cara entre otras cosas
confundida se llevó.
Esta mano, no es mi mano,
esta pierna, no es la mía
se me ha llenado la ropa
de gente desconocida.
No hay peor ambición
que aspirar a destacarse
e individualizarse
en la superpoblación.
De la Antártida a La Quiaca
no hay más sitio en la Argentina
aunque habitemos nuestra
plataforma submarina.
El mundo ya está atestado
y no cabe un alfiler
moriremos apretados
pero eso sí, de pie.
Alguien me contó una vez
que en un tiempo muy lejano
había sitio y las parejas
se paseaban de la mano.
Mis dientes muerden tu nuca
no puedo verte la cara
no me queda otro remedio
que amarte con toda el alma.
Y pensar que a pesar
de que el espacio sobraba
todo el mundo se estorbaba
solamente para trepar.