Ya declinaba la tarde que tú debes haber olvidado.
Caminábamos rumbo a casa, el sol se escondía entre azoteas.
Tu voz sonaba lejos, como el silbido de trenes perdidos,
como el rumor de un río nacido en cumbres nevadas, montaña arriba.
Y aquella idea ilegal me iba inundando la cabeza.
Me tendrás que disculpar amor mío,
que pensé dejarte un día,
abandonarte a tu suerte.
Sólo esperaba en silencio que se presentase el momento
de hacerlo volar todo por los aires, simulando un accidente.
Diría unas palabras graves mirando al infinito,
las sentía en la boca tensas, preparadas para salir.
Venían frases solemnes que nos matarían como a un potro cojo.
Venía a arrastrar el cuerpo muerto de nuestro amor,
hasta un rincón discreto para esconderlo entre las flores.
Oh sabios que vais predicando por las calles
que el amor se transforma con los años.
¡Venid urgentemente a explicarnos si se transforma tanto,
si se transforma tanto, si se transforma tanto,
si se transforma tanto!
Ya se intuía en el horizonte la costa virgen de un nuevo mundo,
ya me desplazaba más ligero, liberado del peso de tu amor.
Ya escuchaba a alguien riendo, el calor de otra gente,
otro cuerpo, otra voz capaz de hacerme sentir más contento.
Ya me alejaba mirando a los ojos a los viandantes.
"¿Sabéis mi futuro?
Hoy me he disparado con munición de plata apuntando directo al corazón."
Al paramos para cruzar me cogiste de la mano.
Le devolví una pelota rasa a un niño que jugaba en un portal.
"No se lo cuentes a tu madre que me escupirá la próxima Navidad"