Amira y Boško se amaban con un amor tierno,
pero en Sarajevo ¿quién podría haber entendido
que el corazón de una Musulmana
pudiera latir para uno
que la razón condena:
el Serbio, el enemigo... el enemigo?
Pero al otro lado del puente
ya es la frontera.
Al otro lado del puente
no hay guerra.
Los soldados entendrán…
Son todos de nuestra edad.
Al otro lado del puente
haremos una bonita boda.
Haremos una bonita boda.
Amira y Boško caminan hacia el otro lado.
Tienen manos desnudas, corazón triste y alma ingenua.
"Soldados, ¡no disparéis!
Somos jóvenes y nos amamos.
No queremos guerra,
entonces ¿dónde está el problema?
Nos amamos".
Pero al otro lado del puente –
o a este lado, no importa –
hay la ley del cañón,
es el horror que triunfa.
Amira y Boško,
con los ojos en las estrellas,
en un dúo perfecto
caen bajo la ráfaga.
Caen bajo la ráfaga.
Amira y Boško, fulminados en medio de un sueño
duermen desde casi cuatro noches bajo la nieve.
Y nadie acude,
ni Musulmanes, ni Serbios,
solamente unos buitres.
Ni una flor, ni una corona… ni una corona.
Pero al otro lado del puente
ya es la frontera.
Al otro lado del puente
poco les importa.
El río bajo el puente
siempre fluye el mismo
y solamente en las canciones
celebramos a los que se aman.
Celebramos a los que se aman.