Sólo cuando no me ves si no me ves,
encuentro el valor de mirarte
sin el pánico que aún siento
a tu inconsciente coacción.
Ahora que tú no me ves,
admitiré
que un deseo malvado
en un sueño se burlaba
de mi torre de control.
Y era sucio y era pecado,
no puedo asimilar que era yo...
y era yo.
Ya está, de una vez lo he dicho,
que dé igual, no siempre da lo mismo.
Tú llovías sobre mojado,
debajo de tu nube era yo...
y era yo.
Ya está, de una vez lo he dicho,
que da igual, no siempre da lo mismo.
Cualquiera que me viera en mis negras horas,
reptando por tu piel cuando es pared
se creería que mi vicio es lamer tus sombras,
pero sólo lo hago cuando no me ves.
Por mucho que me esfuerce a todas horas,
el deseo salta muros al revés.
Ahora te pido que me odies de memoria,
como un himno de los que saben perder.
Negaré ante el mundo lo siguiente:
Que si de algo voy sobrado
es de falta de autoestima
y que por eso te lo canto
sin tener que usar "te quiero"
a través de una metáfora,
ese ánfora que uso para resguardar mis miedos
a que un día las comprendas,
situación inaceptable.
Puede ser que esté viciado
a que te cueste descifrarme
si entendieras la ironía
de querer estar a solas.
Y cuando al fin tiempo consigo,
me pregunto por qué huyo,
pero sólo sé decirlo
cuando no me ves.
Por mucho que me esfuerce a todas horas,
el deseo salta muros al revés.
Ahora te pido que me odies de memoria,
como un himno de los que saben perder.
El día que el presente ya sea historia
y las aguas se nos calmen de una vez,
entenderás en mis silencios tantas cosas:
las que ahora escribo cuando no me ves.