Ha muerto Don Emiliano,
dicen los que a Cuautla van,
que lo mataron a tiros
cerca de Tlaltizapán.
Para terminar con él
tuvieron que urdir un plan
y el jefe Jesús Guajardo
trabajó con mucho afán.
Con Zapata tuvo arreglos
diciendo se iba a voltear,
queriendo en su campamento
á Zapata aprisionar.
Pobre Emiliano Zapata,
qué suerte le fue a tocar,
él que tenía tanta plata
cómo se dejó matar.
Creyó el muy tonto la lana
que Guajardo le contó
y un batallón del Gobierno
hasta su cantón entró.
Cuando le tendió la mano
á su aliado que llegó
al grito ¡viva Carranza!
la lucha éste principió.
Hubo un pánico terrible,
y nadie podía entender
las órdenes que se daban
y tuvieron que perder.
Zapata quedó sin vida
á los primeros balazos,
lo mismo que varios jefes
que lo sostenían en brazos.
El resto de zapatistas
por los montes se perdió
y otros fueron desarmados
pues Guajardo les ganó.
Los soldados victoriosos
con los prisioneros juntos
se encaminaron a Cuautla
para entregar los difuntos.
Con sorpresa sin segundo
se recibió esa noticia,
esperando que ya acabe
esa lucha sin justicia.
Ojalá que ya termine
para trabajar en paz,
que el trabajo es lo quiere
desde el hombre hasta el rapaz.
Ya estamos muy bien cansados
de revueltas y fatigas
y deseamos que haya paz
sin infamias, sin intrigas.
Pues el hombre que trabaja
solo pide garantías;
no que suba Juan o Pedro,
sino el pan todos los días.
En mil novecientos diez
Zapata se pronunció
y al grito ¡viva Madero!
á todo el Sur levantó.
Desde entonces fue elogiado
por su bravura sin par,
y el Gobierno lo trataba
con respeto sin igual.
Madero subió al poder
y Zapata se volteó,
no quiso de él depender;
contra el Gobierno se alzó.
Y desde entonces, siete años,
contra de todos peleó,
lo mismo que contra Huerta
a Carranza combatió.
En su bandera llevaba
escritas promesas mil,
ofreció repartir tierras
y hacer rico al infeliz.
Pero al fin nada cumplió
de tan notables doctrinas
y su riquísimo Estado
quedó convertido en ruinas.
El se dedicaba al juego
á los toros y mujeres,
y los negocios de Estado
los dejaba a los ujieres.
Reunida la Convención
no la dejó gobernar,
y le dio el triunfo a Carranza
por no saber él mandar.
Y cuando debió ser notable,
por sus grandiosas acciones
así terminó sus días
por seguir viles pasiones.
Les ruego que me perdonen
si al narrar metí la pata,
pero así cuentan murió
don Emiliano Zapata.