Escribo tu nombre sin el mío
hoy en el día del adiós.
Aunque es inevitable
me pregunto ahora de nuevo:
¿Estoy listo para perderte?
¿Para renunciar a ti?
Pero si te miro siento que
estás asustada como yo.
Podría ser y no es.
Podría ser.
Y mi recuerdo navega,
atraviesa el alma
y de repente estoy ahí de nuevo.
Cuando éramos cielo y tierra
y tú de mí mi mitad,
en cada duda, en cada verdad.
Cuando teníamos la misma piel,
la misma luz en el cuerpo y el alma.
Sin respiro, te busco.
Sin respiro y siento que
no hay un culpable, lo sabes,
ni sólo un inocente.
Y de nuevo por un instante
entre nosotros el mismo latido,
esa impresión de que nuevo es
una vez más.
Cuando éramos cielo y tierra
y tú de mí mi mitad,
en cada duda, en cada verdad... en cada mirada.
Cuando teníamos la misma piel,
la misma luz en el cuerpo y el alma.
Así mientras yo te miro marchar
sin nunca voltearte
no consigo no sentirte mía
y estar sin ti.
Y olvidar.
Cada palabra que me decías,
cada gesto tuyo de libertad.
Porque todo esto ya pertenece al ayer.
Cuando éramos nosotros.
Cuando éramos nosotros.